"El Greco"

Vangelis

Warner 1998

Domenikos Theotokopoulos nació en Creta, Grecia, en 1541. Como pintor se convirtió en un renovador por sus cuadros religiosos y retratos. De Grecia partió a Italia antes de asentarse en 1577 en Toledo, España.

En España su nombre fue simplificado al sencillo apodo “El Greco”. Murió en 1614.

Con esta sencilla biografía, que aparece en el sobre interno del disco, se describe al genial pintor inspirador de esta obra conceptual realizada por otro brillante artista griego contemporáneo; el señor Papathanassiou, apodado Vangelis.

Y este tributo, como lo llama el propio Vangelis, es una obra de ingente belleza, despegada de grandilocuencia sonora. Más bien su común denominador son los tonos oscuros. La búsqueda interior, sin sonidos épicos o majestuosos, no porque carezca de ellos, sino porque no preponderan, sino que prevalece lo introspectivo, de calma y grave belleza.

Es una obra de cámara, dividida en diez movimientos designados por números romanos (tres más que la edición limitada homenaje inicial), finamente unidos, lo que mantiene el hilo narrativo, que nos sumerge en forma continuada en hermosos paisajes y climas. Destacándose hasta la sutil inclusión de efectos de sonido, tales como vientos o lluvias que nos imbuyen aún más en la delicada trama.

De nivel altísimo y parejo en su totalidad, como una unidad, pero es menester destacar la lírica belleza del primer movimiento y su majestuoso final envolvente; el increíblemente hermoso cuarto movimiento,  en realidad una aria de sonidos “Schubert” interpretada por la magnífica soprano española Monserrat Caballé, en la cual es imposible no conmoverse.  Más el sexto movimiento, una suite donde se incorpora el tenor griego Konstantinos Paliatsaras de brillante performance como así también en las partes épico-Wagnerianas del séptimo movimiento, un lujo.

El arte de tapa es obviamente el autorretrato “El Caballero de la mano en el pecho”, de El Greco.

El trabajo está íntegramente compuesto, arreglado, producido e interpretado por Vangelis.

Es imposible abstenerse de suponer que si El Greco pudiera oír esta obra, se sentiría ampliamente reconocido, emocionado y gratificado, de lo cual se puede inducir que todas las demás personas que la escuchen, actuales y futuras, sentirán exactamente lo mismo.

Es recomendable la experiencia.

Gustavo Bolasini